La portavoz de la familia de Juan Antonio Rodríguez, fotógrafo español fallecido durante la invasión norteamericana a Panamá, visitó nuestro país para acompañar una retrospectiva de su cuñado para que se le conozca por cómo vivió y no solo por cómo murió
- PorEsther M. Arjona
Actualizado 17/12/2019 00:00
Es la segunda vez que Elisa Pavón visita nuestro país. En la primera, que fue por razones de trabajo, aprovechó para hacer una gestión que hasta el momento su familia no había completado: recibir el certificado de defunción de su cuñado, el fotógrafo Juan Antonio Rodríguez Moreno, fallecido en Panamá el 21 de diciembre de 1989 mientras hacía una cobertura periodística de la invasión norteamericana. La guerra lo había encontrado aquí sin querer. La segunda vez fue hace pocos días. Como representante de la obra de Juantxu —como se conoció a su cuñado— vino a acompañar la exposición ‘La mirada interrumpida’, retrospectiva fotográfica que incluye tres imágenes sobre la invasión que registró un día antes de perder la vida.
Sobre la vida y los aportes que deja el trabajo de Juantxu, exposiciones y reconocimientos póstumos, así como el significado de esta muestra en un lugar muy significativo, Elisa Pavón conversa con MIA Voces Activas.“El legado de Juantxu es mucho más grande a otros niveles; hace reflexionar a las personas. No solamente su trabajo, sino que le han puesto cara. Ahora le ven y eso transmite toda esa energía, toda esa pena…”.
Como representante de la obra de Juantxu Rodríguez, ¿qué actividades han realizado para dar a conocer su trabajo?
El archivo de Juantxu se recogió en su totalidad, estaba colaborando con al agencia Cover en Madrid. Allí hicieron una labor importantísima de clasificación, de organización, incluso hasta escanearon algunas fotografías que era necesario proteger. En aquel momento no podíamos pensar que 30 años después Juantxu iba a estar tan vivo en los corazones de todo el mundo. Lo que hemos hecho es ir rescatando todo ese trabajo para darlo a conocer en los sitios donde era necesario. En la Universidad Menéndez Pelayo hemos hecho varias exposiciones.
¿Cuál consideras que ha sido la más representativa?
La más emocionante ha sido una exposición que se llama ‘Margen Izquierda, mi entrañable caos’, que fue presentada en la Margen Izquierda en Cestao (País Vasco). Donde estaban los altos hornos ahora hay centros culturales. Presentar esa exposición en un centro cultural y que la gente vaya y diga: ‘recuerdo perfectamente esa situación’, ‘es que me identifico con esto’, ‘este soy yo’, ‘este es mi padre’, ‘es mi abuelo…’ esto es porque sus fotos hablan, están haciendo un feedback con el que las está viendo. Ese tipo de acciones es básicamente lo que hemos hecho: exposiciones de su trabajo, todas las que hemos podido.
También ha logrado reconocimientos el trabajo de Juantxu…
Tiene varios premios póstumos, uno de ellos es el reconocimiento más importante de carácter oficial que se da en España, la Medalla al Trabajo, que se la dieron a él y a otros cuatro periodistas españoles muertos en conflictos en el exterior. Pero recientemente, en el pasado noviembre, ha recibido el premio de Fotoperiodismo 2019 de la Asociación de Periodistas Vascos, cuando se cumplen 30 años de su fallecimiento. Para nosotros es lo más importante que se le ha podido hacer en reconocimiento a Juantxu, porque le saca del encasillamiento de ser fotógrafo de guerra, que no era; murió en un conflicto, pero no era un fotógrafo de guerra y le ha arrastrado ese nombre.
¿Cómo se puede describir entonces, su trabajo?
Se ve en sus imágenes, en su obra, que no era fotógrafo de guerra. Era un contador de historias, era un fotoperiodista. Darle ese premio y además en el País Vasco, donde él dejó tanto legado y donde es tan querido, fue emocionantísimo. Eso sí fue cerrar un círculo, porque nos permitía, de verdad, el seguir hablando de él por fin, como nosotros queríamos y públicamente por cómo vivió y no por cómo murió.
¿Qué ha representado para ustedes sus familiares esta exposición en Panamá?
Para nosotros era impensable llegar aquí. Que Juantxu volviera a Panamá, pero el mismo que vino, un hombre joven, impetuoso, con muchas ganas, que venía de descubrir América Latina. Cuando se planteó la opción de traer una selección de fotografías con la embajada de España, el Centro Cultural de España y presentarlas en Panamá, por fin era cerrar un círculo que nos faltaba, pero además cerrarlo aquí, que aunque su muerte siempre sirve para otras cosas y deja un legado, con todo lo doloroso que es, deja muchos otros legados, aunque no lo parezca.
¿Cuán provechosa ha sido esta experiencia?
Es curioso, aquí me he enterado, por ejemplo, de lo que él contaba sobre su viaje, de lo contento que venía y cómo contaba lo que le había impresionado la selva. A un compañero de la prensa aquí le dijo: ‘yo no sé si voy a poder cruzar el charco, si voy a poder volver aquí alguna vez, pero menuda oportunidad que he tenido’. Treinta años después, saber que ese viaje le hizo feliz, ¿para qué quieres más? Ha valido la pena todo, porque esta exposición acerca personas. Del equipo, así hemos trabajado con la distancia y parecía que no la había. Juantxu en este Centro es como uno más. Pero de verdad, está en el corazón de todos y es hermoso que la embajada haya dado ese paso de presentar la obra de un autor español.
Si bien pesa mucho cómo vivió Juantxu, el cómo murió es determinante. ¿Ha cambiado las perspectivas el estar aquí y conocer otros elementos de esta historia?
El traer a Juantxu aquí, traer su obra, presentarle a él como artista, y su trabajo, su sensibilidad, también ha despertado ese feedback en los espectadores que han estado aquí. Hemos recibido esa respuesta de lo que él quería. Él decía: ‘la filosofía de mi trabajo es que las personas que miren mis fotografías se paren un tiempo a reflexionar y se cuestionen algunas cosas’. Eso ha pasado aquí. El legado de Juantxu es mucho más grande a otros niveles; lleva a reflexionar a las personas. No solamente su trabajo, sino que le han puesto cara. Ahora le ven y eso transmite toda esa energía, toda esa pena… tanto talento cortado de golpe, qué pena… Y luego giran y ven las imágenes de Panamá y entonces se cuestionan. El mensaje que recibimos del público es ‘¡cuánto trabajo nos queda por hacer dentro de nosotros mismos!, evaluar el poco valor que le damos a la vida’. Es que esa es la cuestión. El poco valor que le damos a la vida y la importancia que le damos a la muerte.
¿Cuál consideras que es el mayor legado que nos deja Juantxu?
Juantxu le daba mucho valor a la vida, reflejó la muerte porque él consideró que era importante reflejarla, porque esas personas ‘son personas’, una de sus frases era ‘ante todo, somos personas’. Ese es un lema que le debe seguir siempre. Y [él] teje redes haciendo esto, haciendo que las fotografías hablen y que uno piense y se plantee muchas cosas. Escucho de qué le hablan a los panameños estas fotos y es una sinergia preciosa. Pienso que el legado de Juantxu es esa grandeza de hacernos pensar. A nivel ya de prensa, hay un legado muy importante de Juantxu que pocas veces se menciona, por lo menos en España, y es que se cambiaron mucho las medidas de protección y las medidas consulares con respecto a todos los fotógrafos de guerra españoles que salían a un conflicto en el exterior, en una desgracia como esta.
Luego de estos encuentros, ¿cómo regresas a casa?
Regreso a casa con verdades. Ten en cuenta que Juantxu no tenía que estar en Panamá, costaba mucho entender su muerte, su muerte de aquella manera, la rabia que te produce… me llevo mucha rabia de ver que los procesos no se cierran, que han pasado 30 años y todo es igual. Como portavoz de la familia, todavía nosotros no conocemos las circunstancias de la muerte de Juantxu. Nos faltan muchas respuestas. Pero nos faltan a todos, también a los panameños. Coincidimos en muchas cosas. También me ha librado mucho el saber que no estábamos haciendo mal con esa fotografía [de los cuerpos en la morgue del Hospital Santo Tomás]. Hemos recibido más veces como familia, en este viaje, agradecimiento por esta fotografía, por el porte documental de que esto no fue una invasión limpia, que aquí hubo muertos, y que el primer muerto al que no le ponían cara era Juantxu; muchas de las víctimas o familiares de las víctimas no conocían a Juantxu, no sabían nada de Juantxu ni que había habido un español [en el conflicto]; no tenían ni idea, pero cuando lo hemos compartido, cuando lo hemos hablado de familiar a familiar, él ya no es el autor de una fotografía de muerte, sino también una víctima asesinada en esta invasión.
Entonces, ha sido un alivio…
Me he liberado mucho al expresar frustraciones que te guardas, que no tienes a quién decírselas porque allí no te va a entender nadie, pero aquí te sientes que estás en el sitio para decir estas cosas, pero al mismo tiempo he recibido muchísimo cariño y muchísimo agradecimiento. Aquí estuvo hace unos días una familiar de uno de los fallecidos que aparecen en esa foto. Y vino a darle las gracias a Juantxu, es hermoso. Hermoso de una manera que no nos vamos a arrepentir nunca de haber elegido esa fotografía que en su momento era informativa y hoy a mí me supone un profundo dolor, porque yo veo el fotograma ese donde él [Juantxu] sale tirado en el suelo y me duele. Entonces, imagino el dolor de esos familiares, porque lo vivimos. Pero cuando lo compartes y repartes el peso, alivia. Yo me voy muy llena, llena de cariño, de sentimientos, de sensaciones, de mucho encuentro y de mucho desencuentro también. Con muchas preguntas sin respuesta, pero muy llena en positivo, tejiendo redes y con grandes amigos.