Se cumplen 34 años de la Invasión de Estados Unidos a Panamá, iniciada en altas horas de la noche del 19 y la madrugada del 20 de diciembre de 1989. La maquinaria bélica de la primera potencia militar del mundo contemporáneo puso en ejecución una desproporcionada operación de agresión militar contra un pequeño país, Panamá, arrojando sobre su geografía humana y especialmente, el barrio mártir del Chorrillo, un poder de destrucción superior al utilizado en cualquier otra acción de guerra en el Hemisferio Occidental.
La conmemoración de este año se produce en un momento muy especial, precisamente cuando como país vivimos semanas de intensa lucha patriótica y social contra la Ley 406, por medio de la cual el gobierno y la elite de poder económico, pretendieron imponer un enclave colonial transnacional de extractivismo minero en el corazón del territorio patrio. El pueblo panameño como un solo haz de voluntades se manifestó a lo largo y ancho del país en defensa de la soberanía y el ambiente entendido como un derecho vital. El soberano retumbó las calles del país al grito de somos patriotas y no vende patria.
La Invasión de Estados Unidos a Panamá del 20 de diciembre de 1989, fue precedida de tres (3) años de sanciones económicas por parte de la potencia del norte, con la finalidad de desgastar a la nación y crear las condiciones para una estrategia de agresión que permitiera la recomposición de la hegemonía de Estados Unidos en Panamá y América Latina, seriamente cuestionada por la lucha de liberación del pueblo panameño por la soberanía en la Zona del Canal y los logros de los movimientos antiimperialistas de la región.
La Invasión a Panamá fue una acción completamente ilegal desde el punto de vista del Derecho Internacional Público, significando la violación a la soberanía de un estado, desconociendo por completo a la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Se trató de una guerra de agresión, en consecuencia, jurídicamente injustificada y un crimen contra la paz internacional.
Fue rechazada por la Asamblea General de las Naciones Unidas y si bien esta no tuvo carácter vinculante en derecho, dadas las asimetrías antidemocráticas dentro de las Naciones Unidas, regentado por la potencia del Consejo de Seguridad, lo cierto es que la votación de la Asamblea General evidenció y de cara a la historia, el repudio de los estados nacionales del mundo a la acción unilateral de Estados Unidos contra Panamá.
La irrupción militar de los Estados Unidos, demagógicamente llamada “Causa Justa” por los agresores, produjo un saldo de miles de muertos y víctimas tanto civiles como militares, cuyas familias nunca fueron indemnizadas. Además, la sangrienta operación militar generó miles de millones de dólares en pérdidas económicas, traducido en destrucción de infraestructura, empresas y pérdida de fuentes de empleo, cuyas consecuencias después de tres décadas siguen sintiéndose en las finanzas del estado, pues con el transcurrir del tiempo impactó negativamente al sistema de seguridad social.
La Invasión a Panamá impuso a fondo la política neoliberal en la dirección del estado panameño y en adelante, marcará la senda del alineamiento de los gobiernos oligárquicos de turno con la política exterior norteamericana.
La acción bélica de Estados Unidos no fue un hecho aislado en el marco internacional de la época y la Historia Universal. La Invasión fue la más total de las respuestas de Estados Unidos a la lucha del pueblo panameño por la liberación nacional y la descolonización del Canal.
Amenaza a Nicaragua
La Invasión del 89 guardó una estrecha relación con los acontecimientos en el contexto latinoamericano y mundial de entonces. Por otra parte, fue un mensaje amenazante a los pueblos que entonces atravesaban una coyuntura de lucha revolucionaria en Centroamérica. Principalmente, contra la Nicaragua Sandinista de cara a las elecciones de febrero de 1990.
Además, Estados Unidos buscó con su intervención militar aislar a la Revolución Cubana, reforzar la supremacía yanqui en América Latina y proyectar mundialmente una imagen de Estados Unidos como poder omnímodo tras la caída del Muro de Berlín en octubre de 1989.
Con su ataque criminal a Panamá, Estados Unidos inauguró la triste era del unilateralismo en los asuntos mundiales, dominado por Estados Unidos y el auge de los preceptos del capitalismo y del neoliberalismo, lo cual se arreció mucho más con la desintegración de la Unión Soviética.
El Capitalismo e Imperialismo fueron proyectados por los apólogos literarios y mediáticos del nuevo orden unilateral de post Guerra Fría, como el supuesto fin de la historia en donde el esquema, el orden, no sería cambiado. Las élites de Washington levantaron sus copas y auguraron el milenio estadounidense.
La época en cuestión se caracterizó por una falta de contrapesos al hegemónico norteamericano y sus satélites de Europa Occidental. Ello conllevó la proliferación de ataques aéreos e invasiones militares de Estados Unidos y sus satélites contra países cuyos gobiernos no se alineaban a los intereses del consenso de las potencias del Atlántico Norte, la OTAN.
Así, se produjeron las dos invasiones contra Irak de 1991 y 2003, la invasión a Somalia, el bombardeo a los remanentes de la ex Yugoslavia, en 1998, además, La invasión a finalista en 2001, la invasión a Libia en 2011. En el caso de América Latina, durante la década de los 2000, tenemos las campañas desestabilizadoras instigadas por Estados Unidos en contra del gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia. El surgimiento de estos gobiernos y otros más de corte progresista y patriótico, fue la respuesta de los pueblos del continente a la sumisión de los gobiernos latinoamericanos de los 90, respecto a los intereses de Estados Unidos.
Fin del unilateralismo
Los planes occidentales de invadir a Siria en 2015 pudieron ser solamente frenados producto de la postura de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU. El unilateralismo en los asuntos mundiales llegaba a su fin.
Actualmente, la guerra en Ucrania, que tiene como telón de fondo el cerco de la OTAN a Rusia, junto a las tensiones en Asia, derivadas por los esfuerzos de Estados Unidos en aislar a China como potencia socialista del siglo 21, además de la firme posición antiimperialista de Corea del Norte, son algunas muestras más que palpables de la resistencia que oponen diversas fuerzas del mundo al hegemonismo norteamericano, que se niega a reconocer la verdad inexorable de su desfase histórico.
Pérdida de credibilidad y liderazgo como potencia máxima, cuando vemos que la opinión del mundo se indigna al saber de cómo Estados Unidos veta en el Consejo de Seguridad de la ONU, la iniciativa de alto al fuego para detener el genocidio del estado de Israel contra el pueblo palestino de Gaza.
En el mundo surgen bloques alternativos a las instituciones hegemonistas de Estados Unidos y sus satélites aliados del Atlántico Norte. Crece cada vez más en la comunidad internacional el criterio en torno a la necesidad de un mundo de contrapesos y de cooperación para el progreso, en donde solo mediante la coordinación internacional y no el unilateralismo, se podrán vencer los problemas que representan la pobreza, la desigualdad, la migración forzada, el peligro nuclear y el cambio climático.
Luego de tres décadas de una movilización constante de las organizaciones sociales panameñas y de víctimas de la Invasión a Panamá de 1989, exigiendo que el 20 de diciembre, fecha de la nefasta Invasión a Panamá, fuera declarado Día de Duelo Nacional, vimos que finalmente esa aspiración histórica logró cumplirse con la Ley 157 de 2022. Un triunfo histórico de carácter simbólico, subjetivo, cultural, de las fuerzas patrióticas nacionales.
Queda como una gran tarea la profundización de los contenidos históricos de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos, específicamente, sobre la Invasión del 20 de diciembre de 1989, en los contenidos educativos de los colegios y escuelas del país.
Igualmente, sigue vigente la lucha por la denuncia jurídica internacional y la indemnización de Estados Unidos a las víctimas panameñas de la Invasión.
Las luchas de la juventud y del pueblo panameño en los arduos y protagónicos meses de octubre y noviembre de 2023, conocidos como “la Gesta Patriótica de 2023”, en contra del enclave colonial minero, son un legado de las luchas patrióticas de nuestro pueblo en distintos momentos de los siglos 19 y 20, desde la Tajada de Sandía hasta el 9 de enero de 1964, así como la lucha heroica de quienes enfrentaron al invasor en 1989.
Somos patriotas, no vende patria.
(*) Abogado panameño.
Fuente: La Gente