Urge que los familiares se hagan la prueba de ADN para hacer los cotejos con los restos exhumados
A 34 años después de la invasión de Estados Unidos a Panamá, el 20 de diciembre sigue siendo trayendo amargos recuerdos que socavan los pensamientos de muchos dolientes.
Para quienes perdieron un familiar y desconocen si los restos a los que llevan flores son los de sus difuntos y para los que no saben dónde están sus seres queridos.
Los trabajos de cotejos que se hacen de manera científica desde el año 2020 con los cuerpos exhumados en el Jardín de Paz en Parque Lefevre y en Monte Esperanza en Colón, han revelado las irregularidades en la identificación de los cadáveres. Y para colmo aquellos cuerpos que fueron incinerados, productos de las bombas, son casi imposibles de identificar. Pero esto es solo uno de los tantos inconvenientes que enfrenta la Fiscalía Superior de Descarga.
La fecha trae recuerdos que es lo único que albergan en sus corazones los familiares de las víctimas de la invasión. Algunas de ellas se han acercado recientemente por primera vez a la Comisión del 20 de Diciembre y a la fiscalía para solicitar que los ayuden a encontrar los verdaderos restos de sus fallecidos.
La fiscalía y la comisión no tienen una cifra exacta de los desaparecidos, pero existe toda la intención de agotar los últimos recursos para identificar cada cadáver y así saldar la deuda con el pueblo y el deber con los organismos internacionales que exigen reconocer los cadáveres inhumados.
Rolando Murgas Torraza, presidente de la Comisión del 20 de Diciembre, expresó que tienen hasta enero de 2025 para rendir un informe final de las exhumaciones, pero a simple vista se ve que hay más civiles muertos que militares. “Esa invasión no tenía ningún sustento jurídico y moral”, puntualizó.
Geomara Guerra Miranda, fiscal Superior de Descarga, afirmó que desde que empezaron los trabajos de exhumación en el Jardín de Paz, van 17 casos, de los cuales uno ya fue remitido al Tribunal Superior y los restos fueron dados a sus familias, tras la identificación y la comprobación de medios seguros y científicos.
Se trata de los restos de Ismael Enrique Dorcy Segura, primer positivo identificado mediante ADN, cuyos restos fueron dados el pasado 5 de enero de 2023 a sus familiares. Este caso fue reabierto en enero de 2019 a solicitud de la comisión.
Dorcy Segura llegó procedente de Penonomé a la casa de su abuela en El Chorrillo la noche del 19 de diciembre de 1989, cenó y luego salió a la calle y en los alrededores se encontró con su hermana y con un vecino, quienes fueron las últimas personas que lo vieron con vida.
“Los cadáveres en algunos casos fueron mal identificados quizás por lo caótico de la situación en 1989. Sí, encontramos a una de las supuestas víctimas, pero resulta que el nombre inscrito en la lápida es de una persona viva y ahora no se sabe de quiénes son los restos ahí sepultados”, aseguró la fiscal.
Este fue el caso de Boris Gil, está con vida y no sabía que tenía una lápida, pues explicó a las autoridades que para ese tiempo se dedicó a llevar algunos heridos y cuerpos al Hospital Santo Tomas y de seguro tomaron su nombre y se lo colocaron a algún fallecido.
Guerra Miranda explicó que del Jardín de Paz sacaron 33 restos humanos de una fosa común, ahora están en proceso de recoger las muestras, de ahí saldrán 16 casos a los que les tomarán los registros, aplicarán los perfiles genéticos y la meta es que para enero de 2024 puedan tenerlos identificados todos. Quedan 20 casos restantes que han sido difíciles de identificar, porque están incinerados por las bombas y será complicado hacer las comparaciones.
Del cementerio de Monte Esperanza exhumaron restos de una fosa común que no han sido identificados, no se les han hecho el trámite de identificación antropológica, porque estos restos son sometidos a un protocolo de víctimas inhumadas y ese proceso que lleva tiempo.
Murgas Torraza indicó que han hecho un banco de datos de ADN de familiares de las víctimas muy limitado y en ese sentido es importante que concurran a hacerse la prueba de ADN para hacer las comparaciones con los cuerpos exhumados. Esperamos que más familias puedan conocer donde están los restos de sus finados a través de la identificación científica.
Carolina Sánchez
Fuente: El Siglo