Treinta y cuatro años después, Panamá sigue luchando, pero ahora, contra males como la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado.
Panamá conmemora este martes con una jornada de duelo nacional, el aniversario de la invasión estadounidense de 1989, que sacó del poder al dictador Manuel Antonio Noriega y abrió una herida que sigue sin cicatrizar.
Este miércoles, el día estará marcado por los actos para recordar a las víctimas de esta invasión, en sitios que ya se han vuelto emblemáticos para mantener su memoria, como el Jardín de Paz.
La bandera panameña ondea a media asta entre las filas de pequeñas placas de mármol sobre el césped que cubre las tumbas de decenas de caídos el 20 de diciembre de 1989, entre ellos el militar Gilberto de Jesús Ocampo, de 40 años, y el niño Tomás Palacios, de solo 10.
Barrio bombardeado
Unas 500 personas murieron en la invasión, según datos oficiales, pero tres décadas después la cifra todavía genera controversias, pues hay quienes afirman que fueron muchos más.
Entre los muertos figuran unos 200 civiles, muchos de los cuales vivían en el barrio capitalino de El Chorrillo, próximo al cuartel general de las Fuerzas de Defensa de Noriega, que fue bombardeado por tierra y aire.
En marzo del 2022, la Asamblea Nacional (AN) aprobó por unanimidad declarar el 20 de diciembre como Día de Duelo Nacional, satisfaciendo una vieja demanda de las familias de las víctimas y de entidades de derechos humanos.
Muchos panameños aplaudieron la invasión porque terminó con una dictadura militar de dos décadas y abrió la puerta a gobiernos civiles y elecciones democráticas periódicas.
Sin embargo, hay quienes creen que Washington lanzó la operación «Causa Justa» para dilatar la entrega del Canal interoceánico a Panamá, prevista para 1999, y que la captura de Noriega fue solo un pretexto.
Parece haber consenso en que Estados Unidos desplegó una fuerza desmedida para doblegar al pequeño ejército de Noriega.
Las fuerzas norteamericanas aplastaron velozmente a los soldados y milicianos leales a Noriega, pero encontraron un férreo foco de resistencia en Tinajitas, cerca de la capital, al mando del coronel Daniel Delgado,.
Los aeropuertos de Panamá fueron cerrados por las fuerzas estadounidenses, lo que dejó varados tres semanas a muchos viajeros, entre ellos los miembros de una misión oficial chilena.
Luego de ser colaborador pagado por la CIA, Noriega perdió la confianza de sus antiguos patrones y fue reclamado por la justicia norteamericana por narcotráfico.
Con la invasión, se refugió en la Nunciatura, pero se entregó al enemigo el 3 de enero de 1990. Luego estuvo preso por tráfico de drogas, blanqueo de dinero y desaparición de opositores en Estados Unidos, Francia y Panamá, donde murió en 2017.
Treinta y cuatro años después, Panamá sigue luchando, pero ahora, contra males como la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado.