Panamá conmemoró este martes, por primera vez con una jornada de duelo nacional, el aniversario de la invasión estadounidense de 1989, que sacó del poder al dictador Manuel Antonio Noriega y abrió una herida que sigue sin cicatrizar.
«Damos nuestras oraciones por los caídos, levantemos las miradas y sigamos adelante unidos», declaró el presidente panameño, Laurentino Cortizo, en una ceremonia en el Cementerio Jardín de Paz ante unos 300 familiares de víctimas, autoridades, diplomáticos, militares y activistas.
Una bandera panameña ondeaba a media asta entre las filas de pequeñas placas de mármol sobre el césped que cubría las tumbas de decenas de caídos el 20 de diciembre de 1989, entre ellos el militar Gilberto de Jesús Ocampo, de 40 años, y el niño Tomás Palacios, de solo 10.
«En la familia panameña el tiempo no ha terminado de curar esta herida», dijo Trinidad Ayola, líder de los familiares de los panameños que perecieron cuando 27.000 militares estadounidenses irrumpieron en el país hace 33 años, apoyados por aeronaves de combate, tanques y artillería pesada.
Barrio bombardeado
Unas 500 personas murieron en la invasión, según datos oficiales, pero tres décadas después la cifra todavía genera controversias, pues hay quienes afirman que fueron muchos más.
Entre los muertos figuran unos 200 civiles, muchos de los cuales vivían en el barrio capitalino de El Chorrillo, próximo al cuartel general de las Fuerzas de Defensa de Noriega, que fue bombardeado por tierra y aire.
«Tal despliegue de capacidad bélica no solo fue injustificado, sino violatorio de la Convención de Ginebra» de 1949, pues fueron atacadas indiscriminadamente zonas residenciales civiles, afirmó Ayola.
En marzo pasado el Congreso panameño aprobó por unanimidad declarar el 20 de diciembre como Día de Duelo Nacional, satisfaciendo una vieja demanda de las familias de las víctimas y de entidades de derechos humanos.
Además, una comisión nacional lleva adelante exhumaciones en fosas comunes para identificar restos de decenas de víctimas.
«Musculoso vs desnutrido»
Muchos panameños aplaudieron la invasión porque terminó con una dictadura militar de dos décadas y abrió la puerta a gobiernos civiles y elecciones democráticas periódicas.
Sin embargo, hay quienes creen que Washington lanzó la operación «Causa Justa» para dilatar la entrega del Canal interoceánico a Panamá, prevista para 1999, y que la captura de Noriega fue solo un pretexto.
«Al eliminar a las Fuerzas de Defensa [de Panamá], éstas no podrían proteger el Canal, entonces el único que podría garantizar la seguridad del Canal era Estados Unidos», aseguró a la AFP el historiador panameño Rommel Escarreola.
Parece haber consenso en que Estados Unidos desplegó una fuerza desmedida para doblegar al pequeño ejército de Noriega.
«La invasión fue como cuando llega un tipo musculoso y le pega a uno desnutrido», graficó a la AFP el director del diario Metro Libre, James Aparicio, quien cubrió estos sucesos en 1989.
El periodista contó que Noriega se encontraba en una fiesta en un club militar próximo al aeropuerto internacional de Tocumen cuando comenzó la invasión, cerca de la medianoche.
«Sin balas»
Para miles de soldados invasores solo se trató de cruzar una avenida desde la Zona del Canal, enclave estadounidense dotado de una quincena de bases militares, pero también hubo desembarcos de tropas llegadas en buques de guerra.
Las fuerzas norteamericanas aplastaron velozmente a los soldados y milicianos leales a Noriega, pero encontraron un férreo foco de resistencia en Tinajitas, cerca de la capital, al mando del coronel Daniel Delgado, relató Aparicio.
«Ellos resistieron una semana hasta que se les acabaron las balas», agregó el excorresponsal de la AFP.
Los aeropuertos de Panamá fueron cerrados por las fuerzas estadounidenses, lo que dejó varados tres semanas a muchos viajeros, entre ellos los miembros de una misión oficial chilena.
«Estaban suspendidos los vuelos, así que tuvimos que esperar a que reabrieran el espacio aéreo», contó a la AFP Fernando Díaz, un funcionario de la Aeronáutica de Chile que integraba la delegación invitada por Noriega.
Luego de ser colaborador pagado por la CIA, Noriega perdió la confianza de sus antiguos patrones y fue reclamado por la justicia norteamericana por narcotráfico.
Con la invasión, se refugió en la Nunciatura, pero se entregó al enemigo el 3 de enero de 1990. Luego estuvo preso por tráfico de drogas, blanqueo de dinero y desaparición de opositores en Estados Unidos, Francia y Panamá, donde murió en 2017.
Fuente: France24