A más de tres décadas de la invasión a Panamá por parte de Estados Unidos, las heridas abiertas siguen doliendo a los familiares de las víctimas como Trinidad Ayola, presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos de los Caídos del 20 de Diciembre.
Ayola perdió a su esposo durante la intervención militar estadounidense y el dolor que sufre por lo vivido durante y después de ésta es algo que nunca se extinguirá, según dijo a Xinhua.
«Recordar la invasión no es nada agradable porque llega a nuestra mente toda esta tragedia, la ausencia de nuestros familiares… Esto se va a sentir siempre como si fuera ayer, tengo que vivir con ese dolor toda la vida», expresó con tristeza.
La Asociación de Familiares y Amigos de los Caídos del 20 de Diciembre que Ayola preside es una organización que se dedica a honrar y recordar a las víctimas de la invasión de Estados Unidos a Panamá en 1989. Trabaja para mantener viva la memoria de los caídos, apoyar a sus familias y buscar justicia y reconocimiento por las pérdidas sufridas durante el conflicto.
En tal sentido, organiza eventos conmemorativos, actividades de apoyo comunitario y campañas de sensibilización para asegurar que las historias de las víctimas no sean olvidadas, al tiempo que aboga por el reconocimiento oficial y la reparación de los daños causados durante la invasión.
Ayola ha dedicado 34 años de su vida a luchar por la memoria de su esposo y de todos aquellos que perdieron la vida durante la incursión militar. Subrayó que enfrentarse al olvido es una de las grandes batallas que libran los familiares de las víctimas.
«Nos heredaron con la invasión dolor y todavía hoy sentimos su ausencia», remarcó.
Ayola explicó que los familiares y amigos de las víctimas enfrentan un duelo que se mantiene vivo no solo por el recuerdo de sus seres queridos, sino también por las secuelas psicológicas y emocionales que persisten en sus hijos y en ellos mismos.
«Muchos hijos quedaron afectados psicológicamente… Con el tiempo sale a la luz esa afectación», aseguró al hablar de la devastación que no se limitó al momento del conflicto, sino que ha perdurado y ha sido transmitida a las generaciones posteriores.
Los efectos de la invasión a Panamá no fueron solo emocionales, sino también materiales y económicos. «Nos tenían bloqueados, los ahorros que se tenían en los bancos, ninguna persona los podía retirar», recordó Ayola, mientras describía un país sumido en el caos.
«Había tantos cuerpos que los incineraban y los mismos norteamericanos también incineraban cuerpos», contó, señalando la deshumanización y el desprecio con que fueron tratados los muertos.
La búsqueda de los desaparecidos es otra herida que sigue abierta en Panamá. Según Ayola, «todavía hoy en la lista están como desaparecidos muchos que no se han encontrado sus cadáveres». Las familias continúan con la dolorosa tarea de identificar los restos de sus seres queridos, a menudo con la esperanza puesta en pruebas de ADN.
Sin embargo, este proceso ha sido largo y tormentoso, con escollos que van desde la falta de personal hasta la escasez de recursos para continuar la búsqueda.
Sebastián Vergara, otro de los familiares afectados y que presidió la Asociación de 1996 a 2001, compartió una experiencia similar. «Perdí a mi papá. Mi papá se llamaba Sebastián Vergara Hinestrosa», narró, describiendo cómo su padre, un civil, fue una de las tantas víctimas inocentes de la invasión.
Para Vergara, el proceso de sanación ha sido largo y doloroso: «Es algo que no puedo explicar realmente. Hay muchos sentimientos, mucho dolor. Yo vine a sanar todo lo que tuvo que ver con mi papá en 1989». En ese momento, decidió unirse a la lucha por la memoria histórica, esperando que el sacrificio de su padre y tantos otros no quede en el olvido.
El impacto de la invasión estadounidense al país centroamericano fue profundamente humano. Vergara no puede borrar de su mente la imagen de cómo bajaban el cuerpo de su padre de «un camión grande, de esos que se utilizan para cargar ganado, repleto de muchas bolsas con cadáveres», tratados como objetos sin valor.
Uno de los reclamos más insistentes de las familias de las víctimas de la invasión estadounidense a Panamá ha sido que se acepte y reitere que la invasión fue innecesaria.
«Según los Estados Unidos, el propósito fue para sacar a Noriega… Pero en realidad lo que querían era destruir a las Fuerzas de Defensa», dijo Vergara.
La invasión de Estados Unidos a Panamá, llamada por Washington como «Operación Causa Justa», se desarrolló del 20 de diciembre de 1989 a enero de 1990 y tuvo como objetivo principal declarado el derrocamiento y detención del general Manuel Antonio Noriega, gobernante de Panamá y buscado por las autoridades estadounidenses por cargos de narcotráfico y crimen organizado.
Más de 26.000 soldados estadounidenses participaron en la operación, que resultó en la captura de Noriega y la disolución de las Fuerzas Armadas de Panamá. La invasión impactó significativamente en la historia del país centroamericano, causando un número indeterminado de víctimas y cambios políticos relevantes.
Para muchos panameños, la intervención militar no fue más que una excusa para reafirmar el control estadounidense sobre el Canal de Panamá y la región.
Rolando Murgas, presidente de la Comisión 20 de Diciembre, subrayó que «la invasión no sólo fue desde el punto de vista militar, sino también para aplastar todo nuestro pasado de reivindicaciones y de dignidad nacional».
Murgas recordó casos desgarradores: «Hubo personas que fueron presionadas para que reconocieran un cadáver… Ahora que se hicieron las pruebas de ADN, resultó que no era el familiar de ellas».
A pesar de todo, los familiares de las víctimas de la invasión no han bajado los brazos. En los últimos años, han logrado importantes avances en la recuperación de la memoria histórica.
En 2022, después de décadas de lucha, el Gobierno panameño reconoció el 20 de diciembre como Día de Duelo Nacional, lo que, tanto para Ayola como para Vergara, Murgas y muchos otros familiares y amigos de víctimas, fue un logro significativo.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer. La invasión dejó secuelas profundas que afectan tanto a los sobrevivientes como a las generaciones posteriores. «Hay personas que resultaron heridas y en estos momentos están sufriendo con secuelas», advirtió Vergara.
El esfuerzo de las familias no se limita a obtener reconocimiento o justicia para las víctimas. También buscan educar a las futuras generaciones para que la historia no se repita. «Prohibido olvidar, prohibido olvidar», repitió Ayola en numerosas ocasiones, un lema que resume la misión de la Asociación que preside.
Para Vergara, es crucial que los jóvenes entiendan el significado de lo que ocurrió en 1989. «Si se da como materia en las escuelas, los jóvenes van a estar conscientes de que esas situaciones no se deben repetir», afirmó.
Murgas, por su parte, resaltó la importancia de que Panamá haga una reclamación formal a Estados Unidos. «Nosotros hemos recomendado que Panamá haga una reclamación de Estado a Estado», dijo, refiriéndose a la posibilidad de obtener una reparación histórica.
Pero más allá de lo económico, lo que realmente buscan los familiares es justicia y dignidad para sus muertos. «Esto es más de carácter moral», concluyó Murgas, a la vez que ponderó la necesidad de restituir la identidad de aquellos que fueron arrebatados de sus familias.
Hoy, mientras las heridas aún sangran, estos familiares continúan luchando para que los fantasmas de la invasión no se pierdan en la niebla del olvido. «Luchamos, luchamos, luchamos, no nos rendimos», aseguró Vergara, con la esperanza de que el sacrificio de sus seres queridos no sea en vano y que la verdad prevalezca para que «no suceda lo que dice el dicho de que cuando tú olvidas algo que sucedió en tu vida, te va a volver a pasar», concluyó.
Fuente: Spanish.news